El Blog de Mònica Cabrejos

Toda autobiografìa es ficcional y toda ficciòn es autobiogràfica. Por tanto; cualquier parecido con la realidad es coincididencia.

Saque usted sus propias conclusiones.

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miércoles, 29 de mayo de 2013

SEXO EN NUEVA YORK II


FAST SEX vs ROMANCE
New York es una ciudad que va màs rápido que nuestra caótica Lima. En esta época del año el sol se oculta casi a las ocho de la noche, por tanto hay más día para vivir. Las distancias son enormes pero en cuestión de escasos minutos puedes atravesar la ciudad de punta a punta. La gente en las calles va siempre apurada, a pesar de estos detalles NY nos encanta. Es una ciudad que nunca duerme, los neoyorquinos siempre tienen premura por algo; por llegar al trabajo o por salir de el. Por llegar a casa, por ver a alguien, por comprar, por comer, por beber, por dormir, por caminar, por llegar, por enamorarse. Por amar, por casarse y por divorciarse; lo ideal es nunca perder el paso, si careces de ritmo no podrás bailar al son de New York.    


Luego de recibir los Tulipanes rojos de Douglas, Rafaela se sintió halagada por el detallazo romanticón  -de un miembro ilustre de la Comunidad Swinger neoyorquina - y aceptó una nueva cita con el cuarentón,  sólo que en esta oportunidad el guapo nos invitó a las tres a cenar la noche del miércoles. Ivana y yo fingimos no saber nada del tema swinger e interactuamos con delicadeza mientras agradecíamos a Dios el torpe español del galán.

Luego de la cena nos mudamos a la barra del lujoso restaurante (del Meatpacking District) con claras intenciones de conocer a algún guapo quien se atreva a enseñarnos NY para hacernos más entretenida (y barata) la estadía. La primera ronda de tragos fue una cortesía del guapo de Douglas, luego cada una se haría responsable de sus copas.


En una mesa Rafa -saboreaba la frustración de no entenderse mientras aprendía el lenguaje de la pasión-, nosotras en la barra íbamos adecuándonos a la situación: solteras y disponibles en la ciudad más Cosmopolita del mundo. Día de semana, ocho de la noche dentro de un bar disfrutando del coctel “after office” rodeadas de hombres.

Hay que recocerle mucha belleza y glamur a las neoyorquinas, es poco usual ver en Manhattan a una mujer de oficina sin tacones. Ese es su gran talento, caminar trepadas en inmensos tacones con absoluta comodidad. Bajan y suben del metro con la rapidez de una bailarina de Tap con tacones que superan los doce centímetros de alto. Siempre enfundadas en estrechas faldas y con premura al andar, son guapas y garbosas; pese a tan buenas ofertas femeninas esperábamos a algún romántico quien nos corteje con suavidad y recato.

 
Después de nuestra segunda copa empezamos a entender cómo se manejan los asuntos del flirteo en la ciudad que halaga los sentidos. Son ellas quienes toman los tragos, son ellas quienes los pagan, son ellas quienes escogen, son ellas quienes van por su presa. Mujeres cazadoras acostumbradas a llevar con confianza su capacidad de galanteo. Son feministas a ultranza, simplemente mujeres seguras de sí mismas. Ivana asegura ellas están disfrutando de la anhelada igualdad de género; discrepo totalmente con ella creo que son valientes y admirablemente provocadoras. Todas unas heroínas.

Mi amiga emulo con total desparpajo el estilo de flirteo femenino neoyorquino con el vecino de la barra y entabló una fluida charla en idioma local.  Quedé sola en el medio de tantos hombres disponibles, fiel a mi estilo guarde prudencia y espere por un caballero quien prendado por mis atributos, tenga personalidad para romper las reglas y llegue hacia a mí en busca de amor, pasión o coqueteo puro.


Minutos después un galán estaba a mi lado recordándome que invertí dos años de mi vida asistiendo a tediosas clases de inglés británico y no aprendí nada.  El apuesto treintañero de padres Hindúes nacido en Manhattan intentaba una conversación fluida, pese a eso y a  todos sus esfuerzos por entendernos resultò imposible, sin embargo el decidido Savir ( significa líder en su lengua materna) hizo lo típico de NY. Minuto quince e intentó besarme, sin más preámbulo ni espera. Demostrando su típica premura neoyorquina, ni siquiera yo sabía si Savir me atraía y él ya apuraba el paso. Después del rechazo se fue sin decir adiós, no sé si por enfado o por costumbre.

Como Savir pasaron dos galanes más por mi sitio con el mismo apremio de coronar la faena; nombre, edad, país de origen   y beso. Si no quieres, no hay dramas ni insistencia. Hay tanto sexo disponible en NY que los hombres han olvidado el romance. Ivana estaba en una situación similar con la ventaja del idioma, se evitó los torpes intentos de besuqueo ya que con “No, thanks, I am fine” solucionaba el mal momento.   


Antes de las once de la noche nos fuimos del bar, dejamos a Rafa en la camioneta de Douglas con rumbo desconocido y caminamos por la 9 th avenue hasta la estación del metro mientras hablábamos del romance y el sexo. Ivy comentó afligida -¿Cuándo nos olvidamos del romance?, no es una cuestión de hombres o mujeres. Todos preferimos el “fast –sex” a un amorío paciente-.

De hecho en NY es mucho más evidente, pero ya nadie espera un detalle del otro, una atención, una muestra de respeto por lo sublime que vendrá.  Con el buen pretexto de no “querer complicaciones” la tendencia mundial es el sexo rápido, aquel que sacia el cuerpo pero no alimenta el espíritu.  


Soy una anti romántica, enemiga de las sensiblerías baratas, los ositos de peluche y las composiciones liricas con dedicatoria personal, pero es una exageración el pavor de muchos al amorío paciente, laborioso, tejido de pequeños detalles significativos.   No espero cartas de amor (prefiero un lindo mensaje por la Blackberry de “Buenos días” con algún emoticón con corazones en los ojos) pero ir directamente a desvestirse antes de saber cuál es su signo zodiacal y saber si hay compatibilidad me parece una exageración.

De sólo imaginarme lo que serán las relaciones interpersonales con fines amatorios durante la próxima década si se mantiene la tendencia actual se me escarapela el cuerpo. Las mujeres probablemente nos embarazaremos con un chip y venderán sexo en plena calle a la luz del día.


Cuândo se volvió el amor tan difícil de encontrar; la respuesta es muy sencilla: Desde que el sexo se volvió tan fácil.    


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